Añade a tu rutina el slow running: tu cita de bienestar para el fin de semana
- Anabel

- 29 oct
- 3 Min. de lectura
Llega el fin de semana y sientes ese pequeño respiro entre el trabajo, los horarios escolares y la lista infinita de tareas. Pero, a menudo, seguimos corriendo… solo que detrás de otras cosas: la compra, los niños, la casa. ¿Y si esta vez programas una cita contigo en la agenda? El slow running puede convertirse en ese espacio donde recargas energía, despejas la mente y simplemente fluyes, sin agobios ni prisas.
El slow running —o “correr lento”— no es una moda ni una excusa para moverte menos. Es una forma consciente y tranquila de correr, sin perseguir tiempos ni distancias, priorizando el bienestar. No se trata de llegar más lejos, sino de disfrutar más el camino y de su paisaje. Ideal para mamás que quieren empezar o retomar el deporte, esta práctica convierte cada salida en una pequeña pausa de paz y calma.
Los beneficios reales del slow running
Reduce el estrés mental. Cuando corres despacio, tu respiración se vuelve más profunda y rítmica. Esto ayuda a relajar el sistema nervioso, calmar la mente y liberar tensiones acumuladas. Es como meditar en movimiento: paso a paso, el ruido mental se apaga y te quedas con lo esencial.
Fortalece el cuerpo sin forzarlo. El ritmo suave permite que los músculos, las articulaciones y el corazón se adapten con menos impacto. Es ideal si vienes de un tiempo sin hacer ejercicio o si tu cuerpo todavía se está recuperando tras embarazos o etapas de mucho cansancio. Correr lento también mejora la resistencia de base: cuanto más suave entrenas, más fuerte te vuelves a largo plazo.
Mejora la energía y el humor. Al terminar, no te sientes agotada, sino ligera y viva. El movimiento suave activa la circulación, libera endorfinas y mejora el descanso nocturno. Te sentirás más despierta y con mejor ánimo durante el fin de semana.
Fomenta la conexión contigo misma. Es un momento para escucharte, observar cómo te sientes. Aprovecha para reconectar con tu cuerpo sin juicio.

Cómo convertirlo en tu plan de fin de semana
Te propongo algo simple: elige una mañana de sábado o domingo y resérvate 30 – 60 minutos solo para ti (o los que tú creas). No hace falta madrugar, aunque reconozco que a mí me gusta salir prontito. Ponte ropa cómoda, tus zapatillas y sal sin expectativas. Camina unos minutos para calentar y luego corre despacio, a un ritmo en el que puedas mantener una conversación sin quedarte sin aire. Puedes hacerlo sola o acompañada, incluso con una amiga o mientras los niños van en bici cerca.
Si puedes, busca una ruta agradable: un paseo junto al mar, un parque, una zona tranquila del barrio. Deja el reloj en casa o ignora el cronómetro. Solo siente el movimiento y tu respiración. Al terminar, tómate un momento para estirar, respirar profundo y disfrutar de esa sensación de bienestar que te deja el cuerpo después de moverte.
Tu momento, tu ritmo, tu recompensa
Practicar slow running el fin de semana te mantiene activa. Además, cuando eliges moverte por placer y no por obligación, el cuerpo responde diferente. Correr deja de ser un reto físico y se convierte en un ritual de autocuidado.
Ser mamá implica cuidar de muchos, pero primero debes cuidar de ti. Empieza este fin de semana: sal despacio, sin metas, sin juicios.
Porque al final, no importa la velocidad, sino cómo te sientes cuando terminas. Y te aseguro algo: volverás a casa con una sonrisa y más ligera.




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